LAS NEUROCIENCIAS Y EL APRENDIZAJE ACTIVO

Qué significa ventana de oportunidades?

Un alumno universitario tiene una masa encefálica que pesa aproximadamente kilo y medio. Esa sustancia alberga unos cien billones de células nerviosas, cada una de ellas conectada a miles de otras en más de cien trillones de conexiones. Damos el nombre de SINAPSIS a la relación de contacto entre esas células nerviosas. Sin embargo. Ese tejido no está listo y terminado en el nacimiento, la masa encefálica de un bebé guarda las neuronas de toda su vida, pero las sinapsis aún no están totalmente terminadas. Por ello el cerebro de un recién nacido pesa un poco menos que el de un adulto. Eso significa que las fibras nerviosas capaces de activar el cerebro necesitan ser construidas, y lo son por los retos y estímulos a que está sometido el ser humano.
En un recién nacido, los dos hemisferios del cerebro aún no están especializados. Eso irá ocurriendo lentamente hasta los cinco años, y rápidamente hasta los dieciséis años, pero de modo desigual en cada hemisferio y para cada inteligencia. Así que los dieciséis años es una edad poco adecuada para ampliar la capacidad del habla, cuya ventana presenta su mayor apertura entre los diez y los doce años, y mucho menos válida aún para la función visual, cuyo cierre parcial se produce a los dos años. Los neurobiólogos comenzaron a estudiar lo que denominaron “ventana de oportunidades”, creando un mapa, que está aún por perfeccionar, en que otras inteligencias presentan también sus ventanas.
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Había una vez una escuela de animales

Thomas Armstrong, nos narra una historia de un grupo de animales que decidieron fundar una escuela. El programa abarcaría: trepar, volar, correr, nadar, escarbar. Por más que discutieron, no se podían poner de acuerdo acerca de cuál sería la materia más importante, de tal modo que decidieron que todos los estudiantes siguieran el mismo programa curricular.
El águila ¿Se la imaginan? Con un vuelo soberbio atravesando las nubes, planeando, desplegando sus alas. Estaba segura de que lo hacía muy, muy bien y que recibía el crédito y la retroalimentación de todo el grupo. Pero cuando entró a la materia de escarbar, resultó que todos sus movimientos motores eran inadecuados, así es que fue asignada a una clase especial para superar sus carencias. La experiencia la marcó de una manera tan dramática, que nunca volvió a volar como sabía.
El conejo corría maravillosamente, pero casi se ahoga cuando entró a la clase de natación. La experiencia fue tan dura y frustrante que nunca volvió a correr bien.
Y así fue la triste historia del resto del grupo.
Son también populares los ejemplos de gente famosa, que no fue valorada en su época. Quizá el más notorio es el de Albert Einstein. Quien aprendió a leer hasta los 9 años de edad y en la escuela reprobó matemáticas.
Siempre he pensado que su maestro debe de estar dando vueltas en la tumba con culpas y arrepentimiento derivados del juicio hacia Einstein: “lento, desconcentrado, incapaz”
Los padres y maestros tenemos la enorme responsabilidad de ayudar a los niños a descubrir sus potencialidades, a sentirse orgullosos de las mismas y a experimentar éxito en la vida.
Este reto parece obvio, reconocido en la teoría pedagógica y en los idearios escolares, más no en la práctica cotidiana.
Guarderías, centros de estimulación y salones de clase de todo el mundo, siguen diciendo a las águilas que son ineptas para cavar hoyos. “No son topos hábiles”
Esto es grave a todo lo largo de la vida de un ser humano.
Pero es quizá, más grave cuando se trata de bebés y de niños pequeños.
De forma muy temprana se truncan sueños.

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